Eduardo Halfon: "Hay muchas Buenos Aires, hace falta tiempo para conocerlas de verdad"

Llegó a Buenos Aires a las cinco de la mañana, en un vuelo desde Berlín, donde vive hace cinco años. Después de 13 horas en el cielo, apenas tocó tierra pasó por el hotel para “desempacar y desempolvarme”, dice. Son las tres de la tarde y está sonriente, como si no hubiera dado ya varias entrevistas con jet lag y le quedaran otras tantas por hacer. El escritor guatemalteco Eduardo Halfon es, además de prolífico y talentoso, amable. Saluda con dos besos y charla como si el encuentro fuera social, más que laboral.
Apenas va a estar en la ciudad unos días, pero serán repletos de actividades. El domingo 4, a las 17:30 y en la Sala Alfonsina Storni (Pabellón Blanco), presentará Tarántula, su último libro, que editó Asteroide hace un año en el país y ganó, en noviembre pasado, el prestigioso Premio Médicis en Francia a Mejor Novela Extranjera. Será en charla con Hinde Pomeraniec.
Además, Halfon estará en dos actividades gratuitas y abiertas al público organizadas por Fundación Medifé–Filba. El lunes 5 va a conversar sobre su obra y sus lecturas con el sociólogo Damián Huergo en la librería Eterna Cadencia, en el barrio porteño de Palermo. Y el martes 6, en el marco de la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), en la sede de CABA, dirá unas palabras sobre su trabajo y luego charlará con Julián Gorodischer.
En medio, cuenta entusiasmado, va a ir a recorrer librerías de usados con su amigo el periodista y escritor Javier Sinay –“son más baratos y yo leo mucho”–, aprovechará para conocer en persona a su otros dos editores argentinos (Vanina Colagiovanni, de Gog & Magog, por donde salió Saturno en 2022, y Víctor Malumián, de Godot, que publicó Biblioteca bizarra en 2020). A la par, avisa, espera probar finalmente el mate, que le quedó pendiente de su anterior y también breve y repleta primera visita, hace casi diez años.
Ahora, fresco como un tapado de mariscos recién salido del mar, el amable señor Halfon solo se lamenta de una cosa: no le da el tiempo para comer todos los asados a los que fue invitado. “Hay muchas Buenos Aires. Hace falta tiempo para conocerlas de verdad y, desde que nació mi hijo, ya no hago viajes largos. Además, no puedo interrumpir el trabajo”, explica.
El escritor guatemalteco Eduardo Halfon. Foto: Santiago Garcia Díaz.
–¿Qué trabajo estás interrumpiendo ahora?
–Yo siempre escribo. Siempre. Pero nunca sé qué estoy escribiendo. Es muy extraño. Tiendo a trabajar en fragmentos. Escribo cosas cortas. Pequeñas escenas. Cuentos breves. Todo eso es sin saber qué son, a dónde irán. Los voy poniendo sobre la mesa para luego ver qué pasa. Así que ahora cada día, todas las mañanas, me dedico a esa etapa inicial. Por eso aún no sé exactamente qué estoy haciendo.
–¿Cuánto falta para que sepas?
–Falta que alguien prenda la luz.
–Ese modo de trabajo se nota en Tarántula. ¿Siempre trabajás así?
–Sí. Tarántula es un libro construido a partir de fragmentos, es cierto que se nota. Se ve en el juego que hago de pequeñas escenas. Recién al final de mucho trabajo empiezo a ver que varios de esos fragmentos hacen un todo, una especie de novela.
–No deja de tener, por eso, mucho suspenso. ¿Eso en qué punto y cómo lo planeás?
–Tarántula son tres tiempos. Yo podría haberlos contado lineales: el día del campamento, en la infancia en Guatemala; la escena adulta en París; y luego el cierre, en Berlín. Pero con todo escrito me di cuenta que si intercalaba, quién leyera iba a tener que esperar para las resoluciones. Y me pareció que eso era un lazo que te iba jalando. Ese tipo de decisiones, de trabajar el suspenso así, son intencionales.
Tarántula es parte de un proyecto mayor del autor, que es una serie libros que fue publicando a lo largo de los últimos 15 años. El origen de esa aventura literaria fue El boxeador polaco, un conjunto de seis cuentos que tuvo su primera edición en 2008. Tenían algo en común, eran todos “episodios en la vida de un solo narrador, este otro Eduardo Halfon”, detalló en una charla anterior. Luego vinieron, así casi plan, las novelas La pirueta (2010), Monasterio (2013), Duelo (2017) y Canción (2021), además de más relatos en 2015 reunidos en Signor Hoffman.
Sobre la línea que divide al Eduardo Halfon ficcional del real, dice que es algo que encuentra en común con otros artistas judíos, pero no necesariamente escritores. No se siente en el mismo anaquel de la biblioteca que Karl Ove Knausgård o Emmanuel Carrère, que van al grano de la autoficción. En su caso, el autor de Tarántula hace algo que, dice, “en la literatura no es muy común”, pero sí en el cine o las series. “Woody Allen, aunque no ponga su nombre, tiene siempre protagonistas que son versiones de sí mismo. También lo veo en Seinfeld y, más todavía, a Larry David, con Curb Your Enthusiasm”, reflexiona.
El escritor guatemalteco Eduardo Halfon. Foto: Santiago Garcia Díaz.
–¿Y cuál sería el link de esa autorreferencia y el judaísmo?
–Es algo que creo que va por el lado de la búsqueda del origen. Y es de una manera soslayada, no directa. Voy a crear un títere que se parece a mí para que pueda decir lo que yo no me atrevo a decir y ver lo que yo no quiero ver. Entonces no soy yo. Yo creo que por ahí va la cosa. Por lo menos en mi caso. Yo lo hago a él, al otro Eduardo Halfon, fumar y hacer cosas... No soy yo. Está mi neurosis, eso sí.
Tarántula iba a ser el final de la saga, que además de la recurrencia de ese otro que comparte nombre y varias características con el autor, horada una misma piedra en diversas formas. Todos se tratan, en mayor o menos medida, de ser judío y sentirse ajeno, haber nacido en Guatemala, pero crecido en Estados Unidos; la infancia, ser hijo, la familia. El conjunto es un híbrido existencial, temático y de género, que deconstruye una saga familiar, la de un Eduardo Halfon que escribe sobre no ser de acá ni de allá, en todas las áreas.
Hace pocos meses, cuando Halfon aún no estaba escribiendo retazos sueltos de algo nuevo cada mañana, dijo que con Tarántula terminaba con el juego. “La respuesta breve es no”, fue su comentario ante la pregunta de si había más hilo por tirar de esta de suerte de autobiografía deconstruida. Pero claro, es amable y también locuaz, generoso en el arte de la conversación, así que advirtió: “Todo esto que empezó con El boxeador polaco se ha ido dando ante mí. Yo no sabía qué iba a pasar ni qué personajes se iban a repetir o qué historias iban a continuar. Todavía no lo sé. O sea, no sé si habrá un octavo libro. Y si hay un octavo o un noveno o un décimo no sé de qué tratarán”.
Ahora, ya con varios textos entre manos, pasó eso, la incerteza, que es, también, una de sus formas de trabajo. ¿Siguen estos nuevos textos hablando del otro Eduardo Halfon? De nuevo hay una respuesta corta, que es “no sé”, y una más larga, que va por acá: “Creo que sí, pero no estoy seguro. O sea, hubo un tiempo donde yo de verdad empecé a sentir que Tarántula era el final. Y sentía cierta paz, soy sincero. No era un pensamiento con angustia, sino con calma. Hubiese estado perfectamente tranquilo si fuera el último libro del proyecto. Pero ahora creo que no. Me parece que hay algo más por ahí que quizás él, el otro, nos quiera contar”.
–A un año de publicado el libro y ya escribiendo algo nuevo, ¿podés seguir hablando de Tarántula?
–Sí, ¿sabés por qué? Por las traducciones. Sigo trabajando. Y vienen ahora más. Hace poco salió en Noruega y Suecia. Y en breve, también en Israel. Es mi primer libro en hebreo. Nunca habían querido mis libros los editores de allá. Así que he estado hablando del libro constantemente. No ha pasado a segundo plano para mí todavía.
El escritor guatemalteco Eduardo Halfon. Foto: Santiago Garcia Díaz.
–¿Trabajás junto a los traductores?
–Depende con cuál, cuánto me involucro. Con muchos, es una charla. Algunos solo me mandan sus preguntas al final. Y otros, no preguntan nada. De esos desconfío muchísimo, porque... ¿cómo no vas a tener preguntas? Eso quiere decir que tomaste muchas decisiones sin preguntarme, jaja.
–¿Te cuesta dejar ir el texto?
–En la traducción, especialmente en inglés, que es mi segunda lengua, claro. Pero luego me involucro también con los editores. Me gusta mucho la cosa editorial. Escoger la imagen de cubierta, ver el texto, analizar cómo lo montamos. A algunos editores les gusta que yo participe y a otros… no, jaja. Por ejemplo, la foto del niño de la portada de Tarántula la escogí yo. En realidad, mandé dos propuestas. Me gustaba más la otra, que era también un niño, pero no estaba vestido de soldado. Algo más sutil. Y a todos, todos, mi agente, mis editores, les gustó más esta, así que fue la que quedó, jaja.
- Nació en 1971 en la ciudad de Guatemala. Ha publicado Esto no es una pipa, Saturno (2003), Siete minutos de desasosiego (2007), Clases de hebreo (2008), El boxeador polaco (2008), Signor Hoffman (2015), Duelo (2017), Canción (2021), Un hijo cualquiera (2022) y Tarántula (2024), entre otros libros.
- Su obra ha sido traducida a más de quince idiomas. En 2007 fue nombrado uno de los treinta y nueve mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá. En 2011 recibió la beca Guggenheim, y en 2015 le fue otorgado en Francia el prestigioso Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana.
El escritor guatemalteco Eduardo Halfon. Foto: Santiago Garcia Díaz.
- Su novela Duelo fue galardonada con el Premio de las Librerías de Navarra (España), el Prix du Meilleur Livre Étranger (Francia), el International Latino Book Award (EE. UU.) y el Edward Lewis Wallant Award (EE. UU.). Su novela Canción recibió el Premio Cálamo Extraordinario.
- En 2018 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura de Guatemala, el mayor galardón literario de su país natal.
- Actualmente vive en Berlín.
Eduardo Halfon presentará este domingo Tarántula en diálogo con Hinde Pomeraniec a las 17:30 en la sala Alfonsina Storni.
Clarin